El concepto de carga es muy amplio, pero se pueden definir las cargas
como materiales sólidos que se añaden a las formulaciones de plásticos y
adhesivos, con objeto de reducir costes. Una carga debería no interferir con
las propiedades del polímero (propiedades mecánicas, comportamiento
reológico, color) y debería dispersarse en el polímero con facilidad, de modo
que la distribución sea adecuada, lo que difícilmente se consigue en la
práctica. Por otra parte, las cargas deben ser baratas de modo que supongan
una clara disminución del coste de la formulación. Sin embargo, en el caso de
cargas con densidades muy bajas se puede conseguir una disminución
sustancial del precio de una formulación aún cuando la carga sea más cara que
el resto de componentes, pues al reducir la densidad de la formulación se
puede reducir el peso de la pieza acabada, lo que puede ser doblemente
interesante.
La naturaleza química de las cargas puede ser muy diversa. Se utilizan
desde las sustancias inorgánicas minerales más sencillas como carbonato de
calcio, sulfatos de metales alcalinotérreos, silicatos, sílices y otros óxidos,
hasta negro de humo, microesferas de vidrio o cerámica, entre otras. Entre las
cargas orgánicas se encuentran la celulosa, almidón, cáscara de almendra, etc.
Se emplean generalmente en concentraciones de entre 5 y 50 phr.
En general los materiales cargados presentan peores propiedades
mecánicas (resistencia a la tracción e impacto) y problemas de
blanqueamiento al aplicar un esfuerzo (deshumedecen), por ello solo se
emplean para aplicaciones de bajos requerimientos.