jueves, 22 de enero de 2015

Poliestireno: prohibido en Nueva York, permitido en España





Ya lo quiso hacer, pero sin éxito Michael Bloomberg, el anterior alcalde republicano de Nueva York. Ahora, su antagonista demócrata Bill De Blasio ha continuado y completado la idea: prohibir todos aquellos envases basados en el poliestireno. O lo que es lo mismo, las bandejas usadas en comida rápida, pero también en numerosos productos de supermercado, vasos, platos o las perlas empleadas en el relleno que protege los embalajes. Tras un estudio llevado a cabo por el Departamento de Saneamiento de la ciudad americana, se deduce que el poliestireno es un tóxico ambiental declarado como virtualmente imposible de reciclar. Y esto, también en España, no deja de ser particularmente polémico. 

El poliestireno es un plástico (y, como tal, derivado del petróleo) que solemos ver fundamentalmente de dos maneras: expandido o extruido. En ambos casos, se trata de una espuma con una gran cantidad de aire en su interior y con características nada despreciables: constituye un material ligero pero resistente, es un buen aislante térmico y resulta difícilmente colonizable por microorganismos. El primero tiene un aspecto característico en forma de perlas o bolitas (es el conocido como poliespán), y se usa en numerosos paquetes de embalaje. El segundo es más denso, y es el que encontramos, por ejemplo, en las bandejas de los supermercados. 

Pero ambos tienen un inconveniente en común: en caso de no reciclarse o eliminarse, constituyen un peligro para el medioambiente. Especialmente, para aquellos animales (sobre todo marinos) que los ingieren al confundirlos con comida. Este es el motivo principal de su prohibición en Nueva York (y, anteriormente, en más de 100 poblaciones de Estados Unidos) y de que se haya propuesto en otras ciudades como París. Para Miquel Porta, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Autónoma de Barcelona, no deja de ser algo curioso y en cierto modo alarmante: “A pesar de la importancia que supone, es llamativo que las decisiones suelan tomarse antes por motivos medioambientales que por razones de salud”. En contacto con alimentos, los plásticos como el poliestireno pueden migrar algunos de sus componentes hacia la comida. En este caso en particular, el estireno se ha relacionado con posibles efectos carcinogénicos y con alteraciones endocrinas. Aunque estos estudios se han realizado in vitro y en condiciones de laboratorio, y a pesar de que la Agencia Estadounidense de Alimentación y Medicamentos (FDA) considera que la media de estireno en la comida es 10.000 veces inferior a lo que se consideraría peligroso, Porta afirma que hay indicios para estar preocupado: “Estos datos son estimaciones, y deberían hacerse estudios a largo plazo, ahora mismo inexistentes”. 

Pero estos motivos no se incluyen en el comunicado del ayuntamiento de Nueva York dentro de las razones que han llevado a su prohibición. Los principales detonantes han sido las 30.000 toneladas de residuos de poliestireno acumuladas al año, los efectos medioambientales provocados y su conclusión de que resultan virtualmente imposibles de reciclar. Según la Asociación Nacional de Poliestireno Expandido (ANAPE), esto no sucede en España. Como afirma Raquel López, gerente de la misma, “la imposibilidad de reciclaje no es en ningún caso técnica, sino que económicamente no les resulta rentable. No tuvieron en cuenta este tipo de residuos cuando diseñaron el sistema de gestión y ahora les sale caro hacerlo. Al contrario de lo que sucede en nuestro país, ellos no tienen un sistema de separación en origen, como el contenedor amarillo [para envases], que es lo que optimiza los gastos”, añade. Daniel López, responsable del área de residuos de Ecologistas en Acción, no está de acuerdo: “Además de los problemas ambientales derivados de su proceso de fabricación, es muy difícil conseguir datos reales de reciclado de plásticos y de residuos de envases en general. Incluso ANAPE no da cifras, sino que se limita a justificar la posibilidad de un reciclado teórico”, asegura. Como en un trasunto de “muerte por éxito”, para Daniel López su principal propiedad, el hecho de que sea tan ligero y resistente, es lo que lo hace tan difícil de destruir. “El reciclado material es factible solo en teoría, como justifica el ayuntamiento de Nueva York”, asevera. 

En la ciudad de los rascacielos, con una cultura ampliamente establecida de comida rápida y cafés callejeros, el poliestireno extruido supone el 90% de todo este tipo de residuos. Este hecho añade dificultades al posible reciclaje: eliminar los restos de alimentos supone sumar costes y, además, imposibilita que pueda volver a emplearse con el mismo propósito. Por otro lado, según ANAPE, este reciclado forma parte del flujo de residuos de tipo doméstico, “cuyo aprovechamiento es menor que en el caso comercial e industrial”. La asociación admite que, en cuanto al poliestireno extruido, el producto que más residuos genera es la bandeja usada en los supermercados para envasar carne, pescado o fruta. "Pero en España su uso no es ni mucho menos tan masivo como en Estados Unidos. En el caso de vasos o bandejas de comida preparada, aquí son de cartón u otro tipo de plástico”, prosiguen. 

Si para ANAPE prohibir un material no es la solución a la mala gestión de los residuos, "ya que incluye la destrucción de tejido industrial y puestos de trabajo”; para Ecologistas en Acción, "su veto debe ser apoyado y extendido, no solo porque no sea posible su reciclado, sino porque las soluciones de usar y tirar están ganando a la recuperación de envases”. 

¿Alternativas baratas? 

El comunicado del ayuntamiento neoyorquino es tajante. Aunque está abierto a la negociación con asociaciones sin ánimo de lucro y pequeños negocios, a partir de 2016 el uso de espumas de poliestireno será multado. Y a partir de mayo de 2015, las 830.000 bandejas de poliestireno usadas cada día en comedores escolares se sustituirán por material de compostaje, una de las principales alternativas. De hecho, las espumas con material compostable son una de las soluciones que según ANAPE tendrían propiedades similares al poliestireno en cuanto a resistencia y aislamiento, pero “harían que el precio de la materia prima se multiplicara por cuatro”. Preguntado por otras alternativas, Daniel López asegura que estas pasan por su prohibición y su sustitución por nada ("frutas y alimentos en bandejas de poliestireno son prescindibles"), plásticos biodegradables como mal menor y, sobre todo, reducción y reutilización de todo el sistema de envasado. Más optimista se muestra incluso a este respecto Miquel Porta, para quien hay numerosos ejemplos de que “las alternativas aparecen y se abaratan cuando el producto dominante baja su cuota de mercado”.


Artículo escrito por: Jesús Méndez